Aunque el sábado lluvioso lo que
le pedía al cuerpo era quedarse en casa y remolonear un buen rato en la cama,
la propuesta de mi amiga Carme, para visitar una exposición en la Casa Batlló, era demasiado jugosa como
para perderse la oportunidad. Teníamos invitaciones para el evento, que era
gratuito pero con reserva, nuestras cámaras de fotos y ganas de compartir la
mañana juntas.
Barcelona estaba pasada por agua,
como he dicho, y llegamos a la Casa Batlló con los paraguas chorreando. Menos
mal que en la entrada nos cogieron los tickets y nos dieron una estupenda
bolsita de plástico para meter nuestros paraguas, para poder visitar la expo con
comodidad y sin ir dejando un rastro de goterones por todas partes. Eso me ha
dado la idea de ir siempre con una bolsa del super en el bolso (que, además,
puede tener otras funcionas) los días de lluvia.
Nos sorprendió una exposición muy
interesante y muy cercana, porque en casi todas las ocasiones era posible
hablar con los autores de las obras expuestas. Nuestro primer encuentro fue con
Edmundo Sanz Gadea, que exponía
un cuadro que, personalmente, me encantó. Un cuadro bastante minimalista cuya
única huella de color era un globo rojo. Hubiera quedado genial colgado en la
salita de estar de mi casa, pero… el presupuesto no llegaba y tendré que
esperar a que me toque la Primitiva para comprarle una de sus obras.
Carme y yo comentamos nuestra
personal actitud hacia el arte y ambas coincidíamos en nuestra opinión. ¿Qué es
el arte? ¿Pelarse de frío? Noooo. El arte es todo aquello que mueve tus
sensaciones hacia la belleza, que te cautiva, te habla, expresa algo que te
hace reflexionar, te seduce, te hipnotiza. Recuerdo que eso me pasó hace dos años, visitando el Thyssen en Madrid, frente a uno de mis cuadros favoritos. Es algo tan subjetivo como el gusto de cada
cual (lo de "para gustos los colores"). Por ello, había algunas de las “cases”
que nos saltábamos alegremente y otras en las que nos deteníamos, hacíamos
fotos, nos entreteníamos en comentar y, si la ocasión lo facilitaba, hablábamos
con el autor o la autora. Curioso que, casi todas las obras que más nos
atraían, fueran de mujeres.
El colorismo explosivo y el
estilo naif de las obras de Wilma Burton
o el estilo simple y minimalista de PaulaCox fueron nuestros siguientes targets.
Tan distintas y, a pesar de ello, sus obras nos llamaron poderosamente la
atención. Mi favorita de Wilma fue la danzarina exótica (supongo que el que
haya hecho danza oriental tiene algo que ver con ello) y de Paula, con quien
hablamos un buen ratito y nos invitó a visitarla en su taller del Born, la
simple pero sincera figura de “Ensueño”.
Hubo muchas obras que captaron
nuestra atención pero sólo voy a comentar las que lo hicieron especialmente. En
la planta inferior, donde la luz no favorecía mucho la exposición como sí lo
hacía en la superior, encontramos los sencillos pero impactantes muebles
restaurados de Cherine Nasrí, una
artista canadiense que vive en Bélgica y con la que chapurreamos con nuestro
mejor inglés de Wisconsin. Sus muebles tienen algo de mágico y de sencillo.
A la salida nos espera la lluvia
impenitente en una ciudad grisácea y húmeda. Bajamos por el Passeig de Gracia
hacia la Plaça Catalunya, las dos emocionadas comentando la visita de la
exposición. Tras un café para calentarnos en la cafetería del FNAC, nos
sumergimos en la locura que nos posee cuando estamos en una librería. Dos
horitas en el FNAC mirando y remirando, comentando, buscando y decidiendo. Si
te llevabas dos libros te regalaban la taza de Aleix Saló (“Simiocracia”, entre otras). Yo elegí un libro de mi
tema favorito: el craft. “Puntada a puntada” de Jane Bull, un libro
ilustrado para hacer diferentes proyectos en patchwork, ganchillo, bordado,
punto y tapiz. Y el segundo, una novela al estilo de “El Club de los viernes”: “Las
cenas de los martes” de Monika Peetz.
Exprimimos nuestras tarjetas de crédito en la caja y salimos la mar de felices
con nuestras compras.