Han estado por aqui

lunes, 28 de marzo de 2011

AUSTER Y YO

Hasta hace escasamente una semana, yo era una anti-Auster. No podía comprender cómo este escritor levantaba las pasiones desbordadas de lectores de todo el planeta como lo hace. Leí “Leviatán” y lo dejé a medias porque me resultaba altamente insípido y no podía creerme lo que el autor me quería transmitir. Luego leí otra novela, cuyo título no recuerdo, que me fue pasada en un anillo de lectura, y también esta vez no pude acabar la novela por los motivos expuestos. Vamos, Auster y una servidora no estaban –parecía- destinados a entenderse.
Pero los caminos de la lectura son –supongo- inescrutables. Y llegó un día que vi una oferta de dos libros por un precio más que módico. Tapa dura, edición decente, pero lo más jugoso el precio. Uno de los libros ya lo había leído, Seda de Alessandro Barico, y tengo un ejemplar del mismo en mi pequeña biblioteca. Así que este lo regalé. El otro, que era el motivo de mi compra, era “El palacio de la Luna” de Paul Auster. Decidí que era el momento de darle esa nueva oportunidad.
El libro me absorbió desde el minuto uno. Había leído la primera página y ya estaba completamente atrapada en la trama. No sé qué química o que magia obró esta vez entre el autor y yo, pero desde luego, la hubo.
La historia de “El palacio de la luna” es la historia de Marco Stanley Fogg (o M.S), sus relaciones con los demás, consigo mismo y con el mundo. Hijo de madre soltera, queda huérfano a una temprana edad y marcha a vivir con su tío materno. A partir de ahí, lo cierto es que le pasa de todo y casi todo bastante terrible: a la muerte de su tío, se queda más solo que la una y luego, se queda sin un céntimo. Pasa de ser estudiante universitario a vagabundo en Central Park. No muere de hambre gracias a la amistad y, posteriormente, su relación laboral con un anciano inválido le llevará a descubrir los misterios que siempre han envuelto su propia vida, descubriendo quién es su padre.
Sin duda, una de las partes más golosas del libro es la historia del anciano, Thomas Effing. Pintor, aventurero, millonario estrafalario y muchas más cosas, Effing ve como su final se aproxima y, con la colaboración de M.S. (nuestro protagonista) escribirá la historia de su vida a modo de necrología.
"Moonlight" de Blakelock
Durante la novela, se mencionan algunos personajes reales que, para los ficticios de la historia, han tenido alguna relevancia: Blakelock, Thomas Moran, Tesla,… que proveen a la novela de un barniz histórico-anecdótico más que interesante. Reconozco que me apunté los nombres y que pasé un buen rato buscándolos en Internet. Me gustó descubrir que Blakelock (Tesla lo sabía) era un personaje real y, lo mejor de todo, encontrar el cuadro que con tanta minuciosidad Auster –a través de M.S.- nos describe. Supongo que es, en esos momentos, que emerge mi siempre preparada curiosidad.
Aunque la novela tiene un final más o menos inconcluso, eso no me molestó en lo más mínimo. En la vida, las cosas son más o menos así, no hay un “colorín, colorado” que lo cierre todo. Siempre quedan cosas por continuar, hilos sin atar. Pero el caso es que me creí a pies juntillas la historia, a sabiendas que es ficción.
Por eso antes comentaba lo que “creerse” una historia o no. No se trata de los elementos fantásticos o ficticios que contenga. Simplemente basta con que, al leerlos, los encuentres coherentes. Quizá no es posible viajar por el espacio en naves que funcionen con la energía solar o con combustibles que aún no existan. Lo que sí espera el lector es que el autor, dentro de la ficción, sea capaz de hacerte creer la historia.

Y esta vez, Paul Auster lo ha conseguido conmigo. Al 100%. Supongo que debería darle más oportunidades. Veremos cuándo cae el próximo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario