Han estado por aqui

jueves, 16 de diciembre de 2010

PEQUEÑOS RETAZOS COTIDIANOS

Camino por las Ramblas, me cruzo con una chica y me fijo en sus pies. Aunque viste de invierno, abrigo incluido, calza unas chancletas de goma color lila. No es la primera vez que veo algo semejante. Hace unas semanas, esperando a que el semáforo se pusiera verde, me fijé en la chica que conducía la moto a la izquierda de la mía. Abrigada hasta las cejas de tobillos para arriba, no le puedo ver la cara entre el casco y la bufanda, pero calza chancletas de playa. ¿Una moda? ¿Un juanete? ¿Problemas con el calzado?

Miro el escaparate de la zapatería Casas. Me fascinan sus zapatos, algunos más que otros, pero sólo los miro. Unos no están al alcance de mi bolsillo y, para los otros, no tengo ganas de gastarme el dineral que valen. Pero cuantas veces me siento tentada. Me fijo en uno de los escaparates y veo que tienen las UGG’S auténticas. Doscientos eurazos las más baratas. Vale, ciento noventa y cinco. Son australianas, como los canguros, aunque parezcan laponas. Tienen muchas seguidoras (aunque hay modelos masculinos, yo sólo las he visto llevar a chicas) y son el tipo de botas que compraría mi hija, si la tuviera. Probablemente tendría que conformarse con alguna imitación. Las hay de muy asequibles. Si  al año siguiente se quedan muertas de risa en el zapatero, no duele tanto.

Luces de colores cuelgan sobre las aceras de la ciudad. Las tiendas están engalanadas, pero no se nota tanto frenesí como otros años. La crisis hace de las suyas. Toca a todos, a unos más que a otros. Hay una larga cola en la administración de lotería junto a la que paso casi cada día. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. Me gustaba más cuando salía el calvo de la lotería. Ahora tenemos a la diosa fortuna…  No compro décimos, porque nunca me toca. Todos los números están en el bombo, pero el mío –cuando lo he tenido- nunca se ha decidido a salir. 

Bajamos del autobús en la fría tarde de diciembre. Hace dos días que las temperaturas han bajado y el invierno ya no se adivina, se nota. Apenas son poco más de las seis pero está tan oscuro que sientes que deberías ya irte a casa, cenar y meterte en la cama. Tenemos suerte que no llueva. Tengo los labios cortados pero me he dejado el bálsamo labial en casa. Hace aire, noto la nariz helada y la adivino colorada. Estamos cerca de la playa, esa que, unos meses atrás, nos quemaba los pies descalzos. Echo de menos el verano, aunque siempre me queje luego de que hace demasiado calor.

En la cola de la librería, una señora pregunta a la chica de la caja si tiene que comprar para que le hagan el descuento que anuncia la tienda. Mi amiga y yo nos miramos… la pregunta ¿tiene trampa o simplemente está mal formulada?  Me hacen descuento en la compra de mis libros, uno de kimonos ilustrado por Annelord Parot y otro para hacer amigurumi de monstruitos, "Monstruitos de ganchillo" de Christen Haden. Nos vamos a tomar un café, para paliar los efectos del frío exterior. Además, se está bien en la cafetería.
 
Ya hemos cenado. Se está calentito en casa. Voy mirando la televisión de reojo mientras me estreno con el libro de amigurumi. Hace tanto que no practico ganchillo que no me acuerdo casi de los puntos. Monto media cabeza pero no me acaba de gustar como queda. En algún lugar, seguro, me he equivocado. ¿Era un punto bajo y menguar? ¿o me he equivocado al aumentar los puntos? Ni idea. Lo deshago dos o tres veces con el libro de páginas satinadas abierto en el regazo.

Me tapo con el nórdico hasta las cejas. Miro los números verdes del despertador digital de la mesilla. Son más de las doce. Hay noches que das muchas vueltas hasta quedar dormida pero hoy no es una de esas. En algún instante después de cerrar los ojos, simplemente me duermo. Buenas noches

Koniec. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario